Antes de
empezar a relataros lo que fue en si “La
ruta de los Templarios”, os quiero dar a conocer lo más brevemente posible,
lo que aconteció por aquellas fechas en la península ibérica, y lo que
desencadenó la pérdida de poder y propiedades de estos monjes guerreros dos
siglos más tarde.
En un
principio ellos nacieron con la finalidad de proteger a los peregrinos que
visitaban Tierra Santa, pero pronto su influencia se extendió por todo el mundo
cristiano. A diferencia de lo que ocurrió en otros reinos europeos, donde se
limitaron a recaudar fondos y reclutar nuevas espadas, los caballeros del
Temple encontraron en la península Ibérica un escenario no muy distinto al de
las lejanas tierras de Ultramar.
La llegada
de los templarios a los reinos peninsulares se produjo en fechas muy tempranas.
De hecho, ya en marzo de 1128 –apenas ocho años después de la fundación de la
orden en Jerusalén y varios meses antes del Concilio de Troyes,- la reina de
Portugal, doña Teresa, ya hizo una importante donación al templario Raimundo Bernardo: el castillo de
Soure, en Braga.
La siguiente noticia que se posee sobre la orden se remonta a julio de 1131, cuando el conde de Barcelona, Ramón Berenguer III, ingresa en el Temple poco antes de fallecer, tras haber donado también a los caballeros un castillo, el de Granyena (Lleida). Un año más tarde otro conde, Armengol IV de Urgel, hace lo propio al entregar en manos templarias la fortaleza tarraconense de Barberá. La entrega de las tres fortalezas en los territorios de Portugal y Cataluña posee un elemento común: todas ellas se encuentran en primera línea del frente contra los musulmanes, y en todos los casos los donantes las ceden con la intención de que la joven orden se implique de forma activa en la defensa de los territorios cristianos, y así los templarios de la Península participaron en los esfuerzos de la Reconquista, como si aquellas tierras amenazadas por los musulmanes fueran un reflejo de Tierra Santa en Occidente.
Coincidiendo con aquellas primeras donaciones iba a tener lugar uno de los principales hitos dentro de la historia del Temple en la Península. En 1131 el rey Alfonso I el Batallador dictaba su testamento en el que, inesperadamente, dejaba todas sus posesiones en manos de las tres órdenes militares de Tierra Santa: Santo Sepulcro, Temple y Hospital. Con la muerte del monarca en 1134, sin embargo, el testamento no llegó a hacerse efectivo, pues los nobles navarros y aragoneses se negaron tajantemente a su cumplimiento, nombrando los primeros a García Ramírez como monarca, y los segundos a Ramiro, hermano del Batallador. Por su parte, y vista la delicada situación, las tres órdenes prefieren mostrar un prudente silencio, aunque sin renunciar a sus derechos. Ramiro II el Monje asciende al trono y no tarda en contraer matrimonio con Inés de Poitou. El nacimiento de la hija de ambos, Petronila, permitirá a su padre entregarla en esponsales a Ramón Berenguer IV, que a partir de ese momento añadirá el título de príncipe de Aragón al de conde de Barcelona. Con Ramiro apartado de la política y entregado por completo a su vida espiritual –aunque conservando título y corona–, será el conde de Barcelona quien tenga que solucionar el problema del testamento del Batallador. Primero alcanzó un pacto con el Hospital y el Santo Sepulcro en 1140 y, ya tres años después, logrará un acuerdo con el Temple, sin duda mucho más sustancioso para la orden.
En octubre
de 1307, el monarca francés Felipe IV
detuvo por sorpresa a sus hermanos de la orden en el país vecino, bajo
terribles e injustas acusaciones de herejía. Poco después, en diciembre,
ocurrió lo impensable. El rey de la Corona de Aragón, Jaime II, a quien tan buenos servicios habían prestado, siguió el
ejemplo de Felipe IV y ordenó
detener a todos los templarios de la Corona y confiscar sus bienes. Algunos
hermanos, entre ellos el maestre provincial –frey Ximeno de Landa–, no tuvieron tiempo de reaccionar y fueron
apresados de inmediato.
Unas semanas
más tarde, vencido ya por el hambre, la fatiga y el desánimo, el heroico frey Pedro Rovira rendirá la plaza de
Libros situada junto al rio Turia en Teruel, a las tropas reales, siendo
detenido y conducido hasta La Alfambra.
Algunos de sus hermanos, repartidos por distintas fortalezas del Temple como Miravet, Ascó, Monzón o Chalamera,
resistirán aún varios meses más, antes de la rendición definitiva. Son los
últimos momentos de la Orden del Temple, cuya historia apenas se había
prolongado durante dos siglos, pero que ya había conseguido dejar una huella
imborrable en la península Ibérica.
Y aquí
termina su historia y empieza la mía, así que después de estudiar su historia
detenidamente y pensar que recorrido voy a hacer, decido visitar las posesiones
más relevantes que tuvieron los templarios en la antigua Corona de Aragón,
donde enlazaré las provincias de Tarragona,
Huesca, Zaragoza, Teruel y Castellón, en una ruta que me llevará en cuatro
días a recorrer más de 1400 kilómetros y a visitar infinidad de fortalezas por
el noreste de la península, donde intentaré desvelaros secretos y leyendas que
rodearon esta Orden templaria.
La madrugada
del martes 29 de marzo y al alba parto con Flavia como montura dirección norte para
encontrarme con la primera fortaleza templaria de hoy.
Después del único tramo de autovía que uso en la ruta para poder ganar algo de tiempo, en poco más de una hora me encuentro ya en Peñíscola.
Después del único tramo de autovía que uso en la ruta para poder ganar algo de tiempo, en poco más de una hora me encuentro ya en Peñíscola.
Llego poco antes de las 9 de la mañana y las vistas de la silueta del castillo
templario con el mar de fondo y en calma son espectaculares.
Me decido
a subir con Flavia hacia la zona antigua alrededor del castillo, que aunque
pone “acceso solo vecinos” imagino que a esas horas tan tempraneras no habrá
mucho tráfico por la apacible ciudad.
Una vez
arriba las vistas son formidables y la fortaleza impone, la tranquilidad del
agua acariciando sus muros me invitan a detener la moto y contemplar el
horizonte sobre el mar.
Las calles
están adoquinadas con piedra de canto rodado muy pequeña y al estar regándolas
se vuelve algo arriesgado en el momento de bajar buscando la salida de la
amurallada ciudad.
Esta imponente fortaleza se empezó
a construir en 1294 y fue acabada 12 años después, en 1307. Los únicos que
podían realizarla en este tiempo eran los enigmáticos caballeros templarios,
que la construyeron a imagen y semejanza de las que antes habían construido en
Tierra Santa. El monumento conserva en la actualidad todas las particularidades
de una obra templaria.
El castillo comparte con el
Vaticano y el Palacio de los Papas de Aviñón el privilegio de haber sido sede
pontificia; una de las tres que ha habido a lo largo de la historia. Es el
único en toda España que ha podido participar en un momento de la historia de
Europa como fue el Cisma de Occidente, dramático proceso que se vivió en el
mundo cristiano, ya que fue en este castillo donde se recluyó Benedicto XIII.
Tras el proceso de acoso sobre los
caballeros del Temple, los monjes que custodiaban esta fortaleza apenas
opusieron resistencia y se rindieron rápidamente a las tropas aragonesas.
Después de
las pertinentes fotos nos disponemos a ir en busca de nuestro segundo destino
de hoy, el castillo templario de La Suda,
en Tortosa.
Voy junto
a la costa para disfrutar de ella, haciendo algún pequeño tramo de pista hasta
interceptar el Ebro y cambiar el rumbo hacia el interior.
Siguiendo el cauce
del rio desde Amposta hasta
encontrarme con Tortosa, que la
atravesaré para localizar la fortaleza. Empiezo a subir y en pocos minutos estoy
entrando en el castillo, actualmente parador nacional de turismo.
Aparco la
moto y me dirijo hacia los muros, las vistas son espectaculares y destaca el
rio Ebro contoneándose entre la población.
La Orden organizó la encomienda en
1148, año de la conquista de Tortosa, adquirió la parte de los genoveses en
1153 y amplió su dominio en 1181 al recibir en donación la parte de la Corona.
Así, a finales del siglo XII, administraba la Zuda y tenía el señorío de la
ciudad y su término municipal.
El castillo también funcionaba como prisión
pública y sede del tribunal de justicia y del Palacio Real. El Conquistador lo
convirtió en residencia real predilecta y desde ahí preparó la conquista de
Peñíscola y Burriana.
La encomienda presidía las tierras
más ricas de la Corona de Aragón. Jaime II, en 1294, les permutó Tortosa por
Peñíscola y su demarcación, a la que añadieron el castillo de Alcalá de Chivert
y Culla. Al disolverse la Orden, en 1314, el dominio que ejercían aquí pasó a
manos del obispo dertosense.
El día va
avanzando y el calor se impone, así que me despido del castillo y me voy en
busca de la vieja nacional 231, que siguiendo el caudaloso curso del Ebro me
acercará a mi próximo destino.
Intento
atravesar el rio a los pies de Miravet
y la carretera está cortada, así que pregunto en el siguiente pueblo, Ginestar, y me dicen que he de subir
hasta Mora de Ebro, ya que por donde
quería pasar es con transbordador y que
en estas fechas no funciona, que mala suerte!!!! Con lo que nos hubiera gustado
a Flavia y a mi cruzar en una embarcación de esas.
Bueno,
seguimos nuestro camino, atravesamos Mora de Ebro y a los pocos kilómetros
estamos ya a los pies de la imponente fortaleza, con el pueblo bajo sus
dominios, dando fe de que en su día debió de ser un gran bastión.
Zigzagueo
por las estrechas calles siguiendo las indicaciones de “Castell Templer”
dirigiéndome hacia lo alto de la colina. Una vez allí dejo la moto y este sí,
se puede visitar, y además gratis !!!
En el s. XII, el conde-rey Ramon Berenguer IV,
con la ayuda de los templarios, reconquista Miravet, en 1153, y es el 24 de
agosto de este año cuando el conde cede a los templarios el castillo y las
tierras de los alrededores (castillos y términos municipales de Gandesa,
Corbera, Batea, Bot, Pinell, Rasquera, Benissanet y Algars)
Una cosa curiosa es que todos los
sillares del castillo estaban decorados con pintura roja, símbolo de la sangre;
blanca, símbolo de pureza, y negra, que representaba el esfuerzo. Estos colores
también los utilizaban a la hora de vestirse. Los templarios guerreros nobles
iban de blanco; los sargentos (de clase social más baja, encargados de las
armas y los oficios), de negro, y todos llevaban una cruz roja en la capa,
cerca del corazón.
Alrededor de la iglesia, y a la
misma altura, encontramos 7 cruces grabadas en la piedra, seguramente para
consagrar el espacio. El 7 era un número simbólico para los templarios.
El castillo de Miravet a finales
del s. XIII fue la sede del maestre provincial. No era una elección al azar.
Dicho castillo era una fortaleza inexpugnable y, al estar cerca del río, les
permitía estar en contacto con el norte (Aragón) y el sur (Tortosa), a la vez
que estaba a la misma distancia de las encomiendas del Rosellón, Aragón,
Valencia y Cataluña.
En 1307, Jaime II dio orden de
arrestar a todos los templarios en Cataluña y de confiscar todas sus
posesiones. Poco a poco fueron cayendo todas las fortalezas, hasta que llegaron
a Miravet, donde se encontraron con que los templarios se habían hecho fuertes
en el castillo, y hubo un asedio que duró un año. A mitad de diciembre de 1308,
los últimos templarios entregan el castillo y a ellos mismos a los oficiales
reales, lo que significó el fin de la Orden del Temple y la caída de una de las
casas más importantes de la Corona Catalanoaragonesa.
Cuenta una leyenda que cada 28 de
diciembre, a las doce de la noche, sale el fantasma del maestre de los
caballeros y que, mientras recorre la fortaleza, convoca al resto de caballeros
para continuar conquistando y, al no encontrar a nadie, vuelve decepcionado a
su tumba hasta el año siguiente. Y así cada año.
Después de visitar este gran bastión, sigo rumbo norte junto al
Ebro hasta Flix, donde lo abandonaré
dirigiéndome hacia Lleida para ver
el próximo Castillo Templario, el de Gardeny..
Al igual que los anteriores, está situado en la parte más alta de la ciudad, subimos y nos llevamos un chasco, ya que está cerrado y solo se puede visitar sábados y festivos.
Así que nos conformamos con verlo desde fuera e imaginarnos como
se viviría allí hace muchos años.
El castillo de Gardeny es un conjunto
monumental situado sobre la colina de Gardeny, uno de los dos cerros de la
ciudad de Lleida.
La importancia de Gardeny respecto
a otros conjuntos monumentales catalanes no se limita solo al hecho de que hoy
constituye una muestra importante de la arquitectura catalana de los siglos XII
y XIII (con elementos singulares como la torre donjon o la iglesia), sino que
también hay que tener en cuenta el hecho de que durante este mismo periodo
constituyó uno de los principales centros de decisión de la milicia del Temple
en la Corona de Aragón.
En el proyecto de conquista de
Tortosa (1148) y Lleida (1149) participó un ejército cruzado con tropas de
cruzados ingleses, francos y holandeses, así como la milicia templaria.
Entre 1156 y 1204, se mencionan un
número total de 93 caballeros.
Gardeny se convirtió pronto en un
verdadero santuario templario, al estilo de El Masdéu, en Provenza, cerca de
Perpiñán.
Después de
descansar un rato y hacer unas cuantas fotos, tomamos rumbo a Monzón, nuestro último destino de hoy.
En poco
más de una hora y sin ninguna prisa estamos entrando a la ciudad, y sin parar
nos vamos en busca de la fortaleza, una vez allí me dicen que hasta las cuatro
y media no la abren.
Se ve que fue también un sitio donde en la guerra civil hubo bastante
ajetreo, pues hay bunkers y cañoneras por donde estoy paseando con Flavia.
El Cid pasó por esta fortaleza
pactando con sus valíes. Entre sus célebres señores citamos a Ramiro, casado
con la hija del Cid y posesor de la Tizona, que los templarios custodiarán
dentro de la fortaleza. El hijo de Ramiro y Cristina fue el futuro rey de
Navarra y señor de Monzón García Ramírez.
En 1143 fue entregada a los
templarios, quienes transformaron la fortaleza en convento, con edificios de
estilo militar cisterciense, la capilla, el refectorio y su cisterna, los
dormitorios y las cárceles de la encomienda. La torre árabe, a modo de opus spicatum
(siglo X) fue habilitada como mansión del comendador.
El castillo llegó a ser cabecera de una amplia
encomienda con 28 poblaciones del valle del Cinca y La Litera. Jaime I fue aquí
educado por los templarios (de agosto de 1214 a junio de 1217)
Berenguer de Bellvís fue el último
comendador templario en el castillo de Monzón. No aceptó la bula papal de la
extinción de la Orden, ni tampoco la entrega de la fortaleza a las tropas
reales de Jaime II de Aragón. Tras el asedio del castillo y sin recursos para
la defensa, los templarios se rindieron. Berenguer de Bellvís fue llevado preso
junto a 36 de sus caballeros al castillo de Bellver.
Jaime I el Conquistador, hijo de
Pedro II y María de Montpellier, nació en esta ciudad el día 12 de febrero de
1208. Tuvo una infancia desafortunada. Su madre murió en Roma cuando intentaba
la anulación del matrimonio. Su padre murió en la batalla de Muret luchando
contra Simón de Monfort. A los 6 años ya era huérfano de padre y madre. Tras la
muerte de su padre quedó confinado en el castillo de Carcasona hasta que el
papa Inocencio III ordenó que el niño fuese entregado a una embajada
catalanoaragonesa. De Carcasona pasó a Narbona, y de esta ciudad a Lleida,
donde en Cortes fue jurado como rey. De la ciudad del Segre se trasladó al
castillo de Monzón para ser educado por los caballeros templarios.
Junto al pequeño Jaime se hallaba
en la fortaleza su primo, el conde de Provenza, donde aprendieron de los
caballeros templarios el arte de la guerra y las letras. A la edad de nueve
años, don Jaime salió del castillo con una pequeña escolta y se dirigió a
Berbegal (Huesca) para terminar en Zaragoza. Había que poner orden en su
turbulento reino. En 1232 volvió a reunir cortes en Monzón para realizar los
preparativos para la conquista del reino musulmán de Valencia. Don Jaime tuvo
siempre presente el aprendizaje templario.
Después de visitar el castillo durante casi dos horas
me dirijo hacia la ciudad para coger hotel y poder descansar, hoy ha sido un
día muy largo, además de los más de 400 kilómetros, hemos visitados varias
fortalezas templarias, así que a dormir y mañana más…