domingo, 3 de abril de 2016

Salva Gs y la Leyenda de la chica del Ragudo



Aquí os paso a relatar lo que me aconteció el otro día, cuando volvía de realizar “La Ruta de los Templarios” el pasado viernes.

No suelo creer en cosas de estas, pero siempre me da respeto cuando oigo hablar de ellas.



Primero os voy a explicar brevemente la leyenda de la chica del Ragudo, para que entréis en materia y luego vosotros opináis del tema.

La leyenda cuenta de ella que se situaba al final de la recta, y la luna arrancaba destellos plateados de su negra cabellera, observables desde lejos. Su visión era impactante para todo conductor, pero siempre paraban los mismos. Gentes impacientes, con prisa en terminar el pesado trayecto entre Barracas y Viver, hipnotizados al ver la impresionante silueta de la mujer, inmóvil en el arcén de la carretera.




Le abrían la puerta, balbuceando unas tímidas palabras de presentación. Ella entraba en silencio, se ataba el cinturón de seguridad, y se quedaba muy seria. El conductor, repuesto de la primera impresión, empezaba una conversación normal e iba cogiendo confianza en el manejo del volante, aumentando poco a poco la velocidad, pues el trayecto en bajada se prestaba a ello.




Llegando al tramo final de la carretera existía una curva pronunciada a la izquierda, muy peligrosa. Poco antes de llegar, ella abandonaba su postura estática, apretaba fuertemente el pequeño bolso que llevaba contra su seno y gritaba: ¡Cuidado, no corras!. En esa curva perdí la vida yo.

El conductor, concentrado como estaba en no salirse de la carretera, tardaba un poco en asimilar la frase. Cuando se giraba a pedir que se la repitiera, comprobaba que ya no había nadie en el asiento de al lado."


Dicen los que la vieron que tenía un perfil inconfundible, la silueta delgada y alargada, como una sombra más de una noche de luna llena. Vestía de forma sencilla, pero atractiva. O quizá era su personalidad lo que convertía en atractivo todo lo que estaba a su alrededor. Llevaba siempre, fuera verano o invierno, un vestido largo hasta los tobillos que resaltaba su esbelta figura, acompañado de una chaquetilla o un abrigo, según la temporada.

Su pelo, muy largo y negro le caía sobre la espalda ordenadamente a pesar de que no lo recogía con nada. Por delante se pegaba a sus mejillas, apenas tapándole las orejas, algo grandes, lo que contribuía a alargar un tanto su cara ovalada.

Tenía los ojos negros, enmarcados en la fina y alargada curva de sus cejas, algo hundidos en sus cuencos. Los que la vieron, me contaron que su mirada era triste y profunda, como la que tiene un desterrado que ve partir los barcos hacia su país de origen.

Del cutis blanquecino, pálido, de apariencia frágil, apenas sobresalían de su cara unos labios finos y alargados, tiernos, que escondían más que prometían los besos que ya había dado.

Así me contaron la leyenda de la chica del Ragudo, hace muchos años, y siguió viva hasta que un nuevo trazado de la carretera general eliminó el paso por las Masías del Ragudo, que daban nombre al puerto.



Terminada la Leyenda de la chica del Ragudo aquí empieza  mi historia:

Bajaba yo el viernes de la zona de Teruel, después de visitar Linares de Mora y Rubielos, y ya con el tiempo un poco justo, se me ocurrió visitar también, aunque no estaba previsto, el pueblo Templario de Albentosa, después de subir al castillo, hoy cementerio municipal, que está en lo alto de una cima, me apresuré a bajar a toda prisa, se me estaba haciendo de noche y con la pantalla oscura del casco no me gusta circular.


Me incorporé a la antigua nacional, ya que soy reacio a coger autopistas con la moto mientras pueda evitarlo, y al llegar a la altura de Barracas, decidí bajarme por las cuestas del Ragudo, carretera sin tráfico alguno, tranquilamente y entre dos luces, se me estaba haciendo ya de noche.


Decidí parar a hacer una foto al final de la recta, donde dice la leyenda que se aparecía la chica, y al estar cuesta abajo, tuve que parar la moto, poner primera y así no tener que estar haciendo mucha fuerza con las piernas para poder retener a Flavia y a sus 240 kilos.

Saqué el móvil y me dispuse a hacer “la foto”, el silencio era sepulcral, saque el móvil rápidamente para hacerla y al intentar disparar, observe que el flash de la cámara no funcionó.

En ese momento, a la vez que me recorría un tremendo escalofrío por la espalda, me sentí como observado, guarde el móvil y a toda prisa arranque a Flavia y me apresuré a salir de allí tan velozmente como pude pero con precaución.


A esto último no le di ni la mayor importancia, el móvil estaba bajo mínimos de la batería y achaqué a eso la culpa de que el flash del móvil no funcionara.

No le di importancia hasta ayer, cuando estaba repasando las fotos de la ruta para empezar a hacer la crónica, y esta, la última foto que hice del viaje, como es lógico, salió oscura al hacerse sin flash, pero al detenerme en ella y hacer hincapié para ver que foto había salido. Observé en el espejo lo que parecía una silueta de una mujer.


Así que aquí os dejo la foto y que cada uno opine lo que mejor le venga, pero bien sabe dios, que yo nunca más volveré a pasar por el puerto del Ragudo, ni de día y mucho menos de noche.



Llevo días que me cuesta conciliar el sueño dándole vueltas al tema, y la verdad que aún no se lo que pudo ser……… A veces pienso que todavía está allí, esperando, pero no a un loco del volante, no.


Y aquí termina mi historia, verdad, ficción o locura allá cada cual que piense lo que mejor le venga.