lunes, 20 de febrero de 2012

UN DIA DE RUTA CON IAN COATES

Aquella mañana me dirigía hacia Teruel, el tiempo era desapacible y todo hacía presagiar que íbamos a pasar frío. Salí de la autovía en cuanto tuve ocasión para poder disfrutar del viaje recorriendo la antigua carretera que me acercaría hacia el punto de encuentro.
No tardé demasiado en llegar allí, aparqué mi moto frente al hotel, me desprendí de casco y guantes para dirigirme poco  después al mostrador de recepción.
      -Hola, buenos días ¿Se hospedan aquí dos motoristas?
El recepcionista me respondió:
      -Si, ahí mismo, en el comedor tienes a uno desayunando.

Me giré rápidamente sin dejarle terminar la frase al joven recepcionista y allí estaba, era él, Ian Coates.
En cuanto lo vi me llamó la atención su altura, era alto, extremadamente alto comparándolo con  la gente de su edad de nuestro país.
Su pelo era blanco, sus ojos claros y su arrugada cara me hacía intuir, además de su avanzada edad, los miles de kilómetros que llevaba el aire remarcando los surcos de su sonrojada cara.
Enseguida nos presentamos, nos dimos la mano y empezamos a “conversar” en un spanglish, ayudándonos como no, con gestos de manos y de mucha mímica.
Me extrañó no ver a mi segundo anfitrión, Víctor, Víctor Rider, organizador del evento y mi traductor personal para la jornada de hoy.
Le pregunté por el a Ian, juntó las manos, las acercó a su mejilla e inclino su cara sobre ellas y pronto entendí lo que me quería decir, que estaba aún en su habitación.
Al instante bajó Víctor, me levanté apresuradamente de la mesa y nos dimos un fraternal abrazo, como los que se dan dos moteros que hace años que no se ven, como si nos conociéramos toda la vida. Ian se fue a recoger la maleta, y Víctor, mientras desayunaba, me explicaba brevemente su proyecto de “De ruta por España con Ian  Coates




Mientras tanto, por la ventana,  veía a Ian sacando su África  Twin del parquin del hotel y en cuanto entró al comedor no me pude reprimir, les pedí disculpas y salí apresuradamente a ver esa fabulosa moto  que le había llevado a recorrer 400.000 kilómetros por todo el mundo y lo había traído hasta aquí.
Allí estaba, aparcada al lado de mi impecable y moderna GS, tenía pegatinas por todas partes, dejando constancia de los muchos países que había recorrido. Llevaba maletas y top-case, reforzados con sendas cinchas, bolsa sobre-deposito y varios macutos agarrados concienzudamente a la parte trasera del sillín. A cada lado del motor, llevaba unas garrafas de plástico de cinco litros con soportes caseros fabricados con el mismo material, que imagino serian de utilidad para viajar por el continente Africano o por la fría e inhóspita estepa Rusa, lugares donde el preciado liquido es mas difícil de localizar.



También me llamó la atención que la moto estaba sucia, muy sucia……….pero en cambio la cadena de transmisión estaba perfectamente engrasada y lista para poder recorrer varios cientos de kilómetros mas.
Viajaba sin GPS y sin mapas. Solo pude ver unas pequeñas anotaciones en un folio dentro del porta mapas.

Nunca había tenido rutas establecidas ni tiempos que cumplir, así era fácil comprender por qué no usaba nada de lo que hoy en día nosotros echaríamos tanto en falta.



Víctor se dirigió al garaje a sacar su preciosa Harley, Ian se subió en su moto y la arrancó, yo hice lo mismo con la mía y pronto estábamos los tres en ruta, Víctor, seguido de  Ian y después un servidor cerrando el grupo, como habíamos comentado anteriormente antes de salir.
Ya estaba pasando, mi pequeño sueño se había hecho realidad, yo, Salva-Gs, viajando tras la estela del mayor viajero en moto conocido, por lo menos por mi.



Tenía mucho que aprender de él y muy poco tiempo para hacerlo. Su estilo de conducción era lento y tranquilo, como si quisiera saborear cada momento, cada kilometro y cada pequeño rayo de sol. No fue difícil acostumbrarme a su ritmo y así lo hice, viajé tras el durante toda la corta pero intensa ruta.



Allá donde parábamos a repostar, comer o a hacernos algunas fotos, entablaba  “conversación” con las gentes del lugar, se hacían fotos con el y enseguida le cogían cariño.


Resumiendo y por no extenderme mucho mas, solo queda decir que Ian Coates es una forma de vida, una forma de viajar que yo desconocía hasta el día que lo conocí, a él y a su fascinante historia.
Enseguida comprendí, que con su filosofía de viaje se puede llegar muy lejos, tan lejos como tú, tu moto y tu imaginación queráis llegar.


Ian Coates sabe aprovechar como nadie lo mejor que  nos puede ofrecer el viajar en moto, el  acercamiento a las personas.
 Ian es un humanista, que durante 13 años y desde que salió de un pequeño pueblecito del norte de Inglaterra, ha intentado disfrutar lo mejor que ha podido de una forma de vida a caballo de su inseparable y vieja moto.

Gracias Víctor por acercarnos a Ian Coates en este “tu evento”, por organizarlo y por invitarme a él.
Ian, gracias por dejarme disfrutar un día de tu compañía, que sepas que cada vez que abrías la boca eras como un libro abierto y que aun nos queda mucho que aprender de ti y de tu filosofía, hazme un favor, no cambies, espero verte de nuevo pronto.


A todos los demás, aun estáis a tiempo de poder compartir ruta con Ian y disfrutar de él y de su forma de vida, no os arrepentiréis.